POEMA LXVI- AL PIE DEL RÍO. AKASHA VALENTINE.
No
me quiero entretener más de la cuenta explicando los motivos que me
han llevado a iniciar tan largo viaje, pero lo hecho, hecho está y
no puedo rectificar mis errores, así que he cogido la mano de mi
pequeña Sharon y la he apretado con fuerza contra mis grandes dedos
para que sienta mi cariño por ella, para que vea que lo que hice
aquel día era por su propio bien. Y aun así no pude evitar dejar
escapar una lágrima por el rabillo del ojo desde el que no podía
ver, y sentí como mi corazón se volvía una carga, así que me lo
quité de encima y sin emociones emprendí mi largo viaje con un
único billete: sólo ida.
De
piedra en piedra fui saltando el traicionero río, y nadé en algunas
ocasiones para tomar tierras vírgenes donde ningún hombre antes
había posado sus piernas. Al pie del fuego cantaba canciones con mi
armónica y a las estrellas se las entregaba con la dirección de mi
hija Sharon para que cuando las viera desde su cama pensara en mí,
aunque posiblemente su madre se las quitase de la cabeza nada más
oírla tararear pronunciando mi nombre en las estrofas con un “te
quiero al final, daddy”. Añoro el tacto de la piel de mi niña, o
la forma en la que solía abrazar mis piernas nada más despertarse.
Pero en este viaje de miles de kilómetros sin retorno mi preciosa
pequeña no puede seguir a su príncipe azul ahora convertido en
prófugo.
Y
así, con el amargo sabor de una despedida, seco mi garganta en bares
clandestinos donde los sueños se ahogan en copas sucias y cargadas
de alcohol barato mientras cientos de hombres y mujeres como yo
narran su trágico destino al camarero que no les presta atención
desde el otro lado de la barra del bar, pues él ya tiene sus propios
problemas de dinero. Si he de decir algo de mi equipaje, es que es
tan ligero que siempre lo llevo puesto y alguna vez algún buen
samaritano me regala una camisa o un vaquero con el que vestirme y
dejar atrás mis desgastadas y malolientes prendas. Duermo donde se
me permite hacerlo, en las esquinas de las calles o sobre la fresca
hierba de los campos que a mi hija tanto le hubiera gustado ver.
No
puedo quitarme de encima la tremenda carga que pesa sobre mis
hombros, y es que aquella trágica noche donde mi destino se truncó
para siempre le quité la vida a un hombre de familia que como yo
sólo hacía su trabajo. Fue el error de creer que iba a atacarme
tras una pelea lo que me impulsó a empujarle hacia atrás, y cayó
al pie de la cantera donde su cuerpo se fracturó y su boca de sangre
se le llenó. Y tan cobarde fui que huí sin prestarle ayuda, sin
asegurarme de si aún seguía vivo; tenía miedo de que me condenaran
por error y así fue como emprendí este viaje sin retorno al pie del
río donde el incesante sonido me recuerda a mi destino, pues siempre
resonará en mi cabeza el grito de aquel hombre cayendo al vacío
intentando aferrarse a mi mano sin llegar a conseguirlo.
Akasha Valentine 2014 © http://www.akashavalentine.com
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