POEMA LXX- EL CAZADOR DEL TIEMPO. AKASHA VALENTINE.
Frágiles
son ya los ojos con los que miro el mundo, pues siento que mis
pupilas viven cansadas y ya no se esfuerzan como cuando era joven en
volver a leer una y otra vez esas líneas que al pie del libro de
notas escribí para ti. Y entre mis dedos he dejado pasar viejas
fotografías cuyo juvenil rostro ya hace años que perdí, y en mis
recuerdos ya no queda ni un ápice de cómo era mi cara antes de que
las arrugas formaran sus líneas en mi curtida piel. Lo que un día
perdí ya no lo puedo recuperar, pues la niñez nos abandona con
demasiada rapidez, y la juventud y madurez son dos periodos que viví
sin descanso alguno a los pies de la falda de la montaña donde me
crié. A menudo me agobiaba el constante recuerdo de lo que pude ser
y no fui, de lo que pude tener y no aprendí a trabajar por ello, y a
veces me veo culpando a otros hombres de los errores que yo mismo
cometí.
Quisiera
cazar al tiempo, pero es una presa imposible de adquirir, siempre
errante y en movimiento, llevándome la delantera, y cuando creo que
la tengo entre mis manos el sueño me vence y allí es donde te
recupero, viendo tu vestido mecerse por el viento, tu sonrisa bajo un
sol caliente sin llegar a abrasarte, siempre riéndote sin descanso
como si la muerte no te hubiera callado nunca. Es allí donde quiero
encontrarte, donde ansío vivir contigo, y por mucho que camine,
ande, corra o dé zancadas, no hallo en está tierra la falda de la
montaña, ni la ladera adecuada, la piedra o el río donde estás
esperándome para recogerme entre tus brazos y darme de nuevo la
bienvenida con tus labios. He aprendido mucho desde que te fuiste a
ese lugar donde las campanas danzan, donde los atrapasueños bailan
mecidos por el viento, donde la tierra devora a los muertos. Es allí
donde iré a buscarte.
Con
mis zapatos gastados y la funda de mi guitarra remendada cantaré al
aire y bailaré a los pies de una hoguera, siempre solo y en raras
ocasiones acompañado de las pocas personas que quieran oír la
historia que he de contarles. Ojalá el tiempo no se escondiera de mí
y la noche fuese en mí vida eterna, para así volver a verte de
nuevo donde quiero encontrarte. A veces tengo la sensación de que tu
mano sigue ahí aunque ya no tenga la misma forma, pues en los campos
de trigo las espigas me tocan las puntas de las yemas y siento que
debo darme la vuelta para verte de nuevo, aunque al instante
comprenda que ya no estás aquí conmigo y vuelva la cabeza para
seguir buscándote. He visto paisajes tan hermosos y bellos que sólo
eran comparables al color de tus ojos, la forma de tus cabellos, la
figura de tu cuerpo; he bebido de ríos y charcos que al instante me
recordaron el frío y mortecino sabor de tus labios antes de ser
enterrada para siempre donde la tierra no puede devolverte la vida y
mis brazos no pueden desenterrarte para tocarte. Y al ser consciente
de tu partida he llorado a las estrellas y he vertido lágrimas en el
mar, como muchos otros hombres y mujeres lo hicieron antes que yo, y
así he ido hacia delante intentando cazar a esos segundos que corren
en mi contra para traerte de vuelta a la vida para siempre, amada
mía.
Akasha Valentine 2014 © http://www.akashavalentine.com
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