POEMA LXXIX EL CIELO SERÁ MI META DE AKASHA VALENTINE.
Quisiera
lo que con las yemas de mis dedos aún no puedo alcanzar. Tocar ese
cielo estrellado que, aún despejado, no se deja atrapar, para
después dormir plácidamente sobre esas nubes que en mi imaginación
parecen cómodas y suaves al tacto de los sentidos. Es allí donde yo
quiero viajar. A ese lugar tan especial donde nadie más puede estar,
pero por más que lo intento no lo consigo. Salto con las piernas
juntas y caigo, con las piernas separadas y tropiezo, y con
desesperación me aferro a la idea de que si abandono mi sueño todas
mis esperanzas de alcanzarlo habrán resultado en vano. Así que no
abandono la idea, ¿cómo una soñadora como yo podría hacerlo? Y
vuelvo a intentarlo de nuevo, dibujando unas alas en mi espalda:
quizás así pueda volar y llegar hasta ese lugar. Agito mis manos,
mis músculos se tensan, pero nada sucede, y otra vez vuelvo a caer,
esta vez más herida que antes, pero me levanto aun cuando mis ojos
empañados por las lágrimas no me dejan ver el camino de vuelta a la
casa.
Oigo
risas, ecos de múltiples voces que tararean mi nombre y se ríen de
mis aspiraciones, pues ellos nunca podrán entender cómo me siento,
y yo tampoco deseo perder mi tiempo en prestarles la atención que no
merecen, así que sigo imaginando cómo puedo alcanzar esas nubes a
las que nadie más presta atención. Rendirse no es la solución, así
que vuelvo con una nueva idea sobre el papel: esta vez crearé una
escalera más alta para llegar a tocar ese cielo que en constante
cambio me recuerda cuán lejos están y qué grandes son mis
aspiraciones, así que uno a uno voy construyendo los mil y un
peldaños que la escalinata formarán, pero al darme cuenta de que no
son suficientes, sigo esforzándome por hacer algo más grande, y
dándole forma a los ideales, alcanzo cada día una pequeña parte,
minúscula, inapreciable para los ojos de quien día a día me
observa, pero sigo esforzadamente aunque esté sola en este proyecto
por el que todos creen que hasta la cordura he perdido.
Los
días se vuelven meses en el calendario, y las hojas que aún
aferradas a sus espirales se niegan a ser cortadas se convierten en
los años que todo el mundo ya ha olvidado. Y yo sigo aquí, con el
mismo sueño aún sin alcanzar, pero con la misma ilusión que el
primer día. La meta aún no es del todo visible, el punto de partida
hace ya años que quedó atrás, y quienes no creyeron en mí ahora
se preguntan si no estarían equivocados al no hacerlo; ya no me
importa lo que supongan o piensen, pues dado que nunca antes me había
interesado su opinión ahora me importa mucho menos. No es fácil
hacer lo que hago, no lo voy a negar: estar solo y compartir con uno
mismo las penas y alegrías es un trago difícil de ingerir de un
solo golpe, pero merece la pena, ¡vaya si la merece! Porque ahora sé
que al menos no soy como los demás.
No
alabo de manera esporádica las citas de otros autores que, con los
mismos sueños que yo, llegaron donde se habían propuesto. No soy
como los demás, ni creo en la idea de que por citar una frase
célebre ya me hace ser un soñador, un luchador que, incansable, no
se rinde ante la adversidad para lograr sus metas. No soy como el
resto y nunca lo seré, porque las diferencias entre mi vida y la de
los demás son demasiado evidentes. Y yo no quisiera irme de este
mundo con la idea de que nunca hice nada por lograr llegar más lejos
hacia mis propias metas. La ambición es un vestido que no todo el
mundo sabe lucir, pero quienes se visten con él se dan cuenta de no
podrán volver a llevar nunca más otra prenda igual. Así son los
sueños: un constante ir y venir, una escalera que al cielo has de
levantar para darte cuenta con el tiempo de que cuanto más sueñas
más lejos podrás llegar.
Akasha Valentine 2015 © http://www.akashavalentine.com
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