Al
creer que te tenía junto a mí, me di cuenta de que sólo veía una
vaga ilusión que a mis ojos engañados parecía satisfacer, con la
mentira ya puesta en los labios y la emociones vueltas del revés. Y
ahora que lo recuerdo, no fueron mis dedos enredados en tu piel los
que movieron tus cabellos y revolvieron tu flequillo, fue la brisa de
una tarde de verano, cuando los vi moverse tan libres y sueltos que
creí estar soñando a pesar de estar despierto. Y al mirarte, y
verte, me di cuenta de que me estaba engañando a mí mismo, porque
eras para mí
el reflejo de lo que por aquel
entonces yo era y lo
que nunca quise ser, y aunque
de buen agrado te
hubiese tendido mis dedos y mi mano sólo
para acogerte
entre mis brazos, tuve que dar un par
de pasos hacia atrás y verte
como en realidad merecías
ser mirada; y al darme cuenta de que sólo te veía como una amiga y
nada más, no pude encontrar en mi boca una frase de consuelo o apoyo
por la cual nunca tuvieras
que llorar cuando llegase la
hora decirte la verdad.
En
aquella ocasión, cuando tuve
la oportunidad de decirte lo que nunca deseé
haberte dicho, pensaba en ti, aunque ahora no lo creas, o me odies
por todo lo que te dije. Nunca fue mi intención dañarte, o herirte
de la manera en la que lo hice, pero no eras tú la mujer por la que
mi corazón latía desbocado, ni la persona
por la cual
mis emociones
se sobresaltaban
sin aliento sirviendo de
alimento a mi deseo, no eras
tú, porque ante
mis ojos solamente
te
veía como una
bonita chica que con dulzura y amabilidad se había enamorado de un
caradura como yo, que sin fuerza para decirte la verdad te la
ocultó
por miedo a no saber cómo
irías a reaccionar cuando te
dijese lo que yo sentía por ti.
En
aquel lugar, en aquel momento, debí darme cuenta de cuán
doloroso sería para ti descubrir la evidencia,
pero te veías tan bonita en
aquel momento y emplazamiento,
con tu vestido blanco sin mangas, mecido
por el viento y las mejillas
sonrosadas y bañadas por una cálida
luz del
atardecer, que pensé que el tiempo me daría la fortaleza necesaria
para decirte lo que nunca quise pronunciar, amiga mía, y así, con
mil y un engaños
tejidos a mis sentimientos, te
dejé
creer que te seguía queriendo y
albergando las mismas emociones que tú
por aquel entonces sentías, o
quizás sigas
sintiendo,
por mí.
Akasha Valentine 2015 © http://www.akashavalentine.com
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