miércoles, 16 de enero de 2013

POEMA XLV- ¿PUEDO QUEDARME? AKASHA VALENTINE.



POEMA XLV- ¿PUEDO QUEDARME? AKASHA VALENTINE.

Deseaba describirte en el verso más bello jamás compuesto por el hombre, pero nunca encontré las palabras adecuadas que rindieran homenaje a tu persona, así que al darme cuenta de ello emprendí un largo viaje y anduve sin descanso día y noche por caminos áridos y tierras heladas, pero no hallé vocal alguna bajo las pesadas rocas o las escarpadas montañas con la que poder crear una obra maestra digna de agasajar a tu alma. Cerré los ojos y escuché al viento pronunciar mi nombre en tu boca, pero lamentablemente estaba demasiado lejos de ti para volver antes de que tus lágrimas tocasen el suelo y seguí mi camino omitiendo tu dolor, manteniendo vivo mi propio sueño, ignorando cuán crueles pueden ser los días en los que la soledad nos acecha cuando no estamos con aquellos a quienes un día dejamos partir. Me perdí en mi propia ilusión, consumí una gran parte de mi vida intentando alcanzar un ideal que tuve delante de mis ojos todo el tiempo y ahora que la madurez se ve reflejada en cada arruga de mi piel me doy cuenta de que no importa cuántas veces voltee mi cabeza para dar marcha atrás en el tiempo, las horas que se han ido no volverán y por eso debo aferrarme a cada segundo que estoy a tu lado para no perderme en proyectos que nunca saldrán del puerto de mis sueños.

Llámame ingenuo si quieres, pero aún me sigo emocionando cuando tu rostro se posa sobre mi cara y me deleitas con una tímida sonrisa. Es entonces cuando me vuelve a la mente esa estrofa que nunca supe cómo debía ser escrita para conquistarte y llenar tu vida de una inmensa felicidad que durase eternamente. Siento que soy demasiado afortunado cuando me miras, me tocas, me hablas o simplemente te quedas a mi lado sin decirme nada descansando tu cuerpo sobre mis hombros mientras las estrellas del firmamento nos contemplan. Perdóname por no ser capaz de retener entre mis dedos tu estación preferida, por no entonar como es debido ese soneto que te describe como musa de quien te observa, aunque y a ti lo único que parece importarte es que siga cogiendo tu mano para darme la bienvenida en un corazón puro e inocente como es el tuyo. Cuando te miro me pregunto ¿puedo quedarme contigo? Y a continuación mis lágrimas empañan mis ojos y naufrago en el océano de mis emociones, y de nuevo, sin que te lo pida, vienes para salvarme sin importar el momento o el lugar. ¿Qué puedo hacer si no sé componer ni una mísera estrofa que sirva para engalanar tu infinita bondad? Y una vez más, cuando creo estar perdido en una ilusión rota, me hablas con el corazón en la mano y me demuestras que no necesitas nada más de mí salvo mi lastimera presencia en tu día a día.

¿Puedo llamarlo amor? O es acaso una osadía por mi parte el que alguien como yo crea que puede alcanzar un sentimiento tan puro de una forma tan simple. De verdad, puedo quedarme a tu lado mientras envejecemos lentamente y los recuerdos se vuelven tesoros privados cuyo valor monetario es infinito. Tengo tanto miedo que sin darme cuenta comienzo a sospechar que todo esto es tan sólo fruto de mi imaginación, una utopía irreal creada por un alma hecha pedazos y un corazón roto por una aspiración que nunca logré alcanzar. Ahora que la noche ha acallado mis temores, me doy cuenta de que en realidad te debí de hacer mucho daño en el pasado, por eso el simple hecho de que sigas me querido de la manera en la que lo haces dice mucho de ti, aunque sea la persona menos indicada para expresarlo. Quiero quedarme contigo, llorar hasta desgastar todas las lágrimas de mis ojos, quiero sentirte cerca de mí y someter mi alma a tu voluntad. Simplemente no concibo un mundo sin ti y aunque me arrepiento de no haberte podido escribir esa oda que un día en mi alocada juventud te juré, me quedaré aquí a tu lado hasta el final de mis días, para escribirte cada noche antes de acostarte una nota que dejaré debajo de almohada en la que te elogie como persona y te agradezca el amor que me profesas. Esta noche escribiré sin que lo sepas mi primera apología en la que te preguntaré ¿puedo quedarme imperecederamente en tu corazón hasta el día en que me muera?


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