POEMA LVIII- UNA FLOR EN EL INFIERNO. AKASHA VALENTINE.
No,
vida mía, éste
no es
tu destino y tal vez tampoco sea el mío, aunque quién
sabe ya, lo que es justo no siempre es
imparcial y la balanza no favorece a los inocentes. Enmudezco, las
palabras no me salen, quizás sea porque te he encontrado en donde no
debería haberte hallado jamás. Tan apagada y extinta de vida que
puedo sentir a mi corazón partirse en mil y un pedazos. ¡Oh, dios!
Exclamó al corrompido aire
que me
quema los
pulmones ¿Qué mal pudo hacer ella para recibir semejante castigo?
Pues soy consciente de que en
vida me amó
por encima de todas las cosas,
y
sólo necesitaba una caricia de su mano para sanar a
mi cansada mente de pensamientos aciagos. Cómo
no voy a llorar, si la veo aquí tendida, gimiendo desconsolada
porque cree que mi amor nunca fue lo suficientemente fuerte como para
salvarla de la fatalidad.
Quisiera que pudiera oír mi voz para pedirle
una y mil veces perdón por no haber sido capaz de salvarla, por no
ofrecerle
una sonrisa más en el día y quizás dos o tres besos más antes de
acostarme. No, sé que nada puede
aliviar mi pesar, porque su voz ya no me oye, porque he dejado de
oírla, y mis ojos ya cansados quieren cerrarse por esta noche y
olvidar su imagen para conciliar el sueño que hace días que no
aparece. Quisiera que el aire que respiro no fuera tan doloroso ni
mortífero, pues alarga mi existencia y yo lamentablemente ya no
quiero seguir existiendo, no
sin ella. Descansaré
mi cabeza sobre su almohada, pues quizás aún conserve el olor de su
anterior propietaria. Tendré
cerca su foto para besarla a través del frío e inanimado cristal
desde el que me observa, congelada en el tiempo, sin envejecer o
arrugarse con el paso de los años. Dejaré
la ventana abierta para que el viento del verano se cuele a
través de la persiana, para
poder sentir el tacto de unas manos invisibles que ni tan siquiera se
parecen a las suyas. Pero bien sé que yo que nada de esto me dará
consuelo, pues mi amor duerme en un lecho de tierra y madera. Y su
alma no está tranquila, porque yo no estoy allí con ella para
protegerla de sus miedos y temores, de sus inseguridades e
incertidumbres. Nadie debería de pasar por lo que yo estoy pasando,
pero lamentablemente es una situación que muchas veces no es
desconocida
en oídos de quien tiene tiempo para escucharnos. Si tuviera la
oportunidad de rescatarla
lo haría sin pensármelo dos veces, la sacaría del infierno en que
yace su alma penitente, pues su enfermedad la alejó
de mí, y antes de que me pudiera dar cuenta de lo que la estaba
pasando ya era demasiado tarde para ayudarla. Me dejo una nota en la
mesilla, una
hoja escrita con su puño y letra, y
una frase a la que sólo yo le di sentido años más tarde, unas
palabras que decían “Seré una flor en el infierno”, y así fue
su despedida.
Akasha Valentine 2013 © http://www.akashavalentine.com
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