POEMA XCIII - CUANDO TU PIEL TOQUE A LA MÍA. AKASHA VALENTINE.
Arrastré
mis dedos para alcanzar lo que con las puntas no lograba llegar a
tocar, y resbalando así las yemas de mis dedos por el puente de las
redondas gafas cogí mis anteojos para poder ver lo que la oscuridad
no me permitía mirar con claridad. Y sostuve entre mis longevas
falanges esas lentes que no quería colocar delante de mi rostro,
encima de mi cara, para poder ver con claridad lo que el extinto
tiempo ya no me permite tener, pues en este preciso momento, en este
mismo instante, evoco en mi memoria tu recuerdo, y ese anhelo que no
olvido no me deja tranquilo, y es entonces cuando deseo más
fervientemente que nunca cerrar los ojos, dejarme caer y olvidarme de
todo para dormir entre tus brazos hasta que el cielo comprenda, mi
amor, que yo sin ti no sé a dónde debo ir. Hasta que mis manos te
alcancen yo seguiré buscándote, sin brújula que me guie iré donde
el aroma de tu perfume me lleve, allí donde la tierra no tiene
nombre yo iré a buscarte, y cargaré sobre mis propios hombros
cansados el fardo donde un día guardé todas las emociones que por
uno u por otro motivo me atosigaron sin respiro, pues no me importa
el abatimiento, el sufrimiento o la pena, si al final del camino,
amada mía, me espera como recompensa tu sonrisa esbozada en la
comisura de tus labios. Y ahora que presiento lo que está a punto de
llegar a sucederme, me siento algo más ligero, animado y motivado al
mismo tiempo, pues casi diría que puedo sentirte en cada objeto que
dejaste atrás, aunque sepa que sólo es mi propio querer el que
anima a pensar así. Ya oigo, aunque nadie me crea, al viento del
este llamándome, trayendo consigo el sonido de tu voz, el lenguaje
de tus palabras que, montadas sobre corrientes de aire, susurran mi
nombre esperando pacientemente a que las oiga, deseando que las
atrape y las cobije entre mis manos. Ha llegado el momento de mi
partida: desde Tennessee hasta Phoenix, durmiendo al amparo de las
estrellas en Arizona, iré siempre ligero de equipaje, porque al
final del camino, donde nadie cree ni espera que yo pueda llegar, sé
que te encontraré. Sólo tendremos que esperar a que llegue ese
momento al que con tanto deseo quiero llegar. Los días serán
pesados y las noches largas como años, las voces acalladas y las
pisadas cortas, pero este viaje que inicio donde ningún hombre se ha
aventurado jamás tendrá su recompensa, porque tú, mi amada,
estarás al otro lado esperándome con la misma impaciencia que yo
siento al saber que ya me queda un día menos para llegar y pasar la
eternidad junto a ti, donde tus brazos arroparán mi piel, donde
nuestros ojos siempre se encontrarán y nuestros labios, tan ansiosos
de deseo, no dejaran de besarse; porque cuando tu piel toque a la
mía, y mis brazos rodeen a tu cintura, ese día, amada mía, sabré
que he llegado al cielo donde ahora, mi vida, tu alma vive
perpetuamente errante.
Akasha
Valentine © 2017 www.akashavalentine.com
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