martes, 26 de febrero de 2013

POEMA XLVIII- Y CUANDO NO NOS QUEDÉ NADA. AKASHA VALENTINE.




POEMA XLVIII- Y CUANDO NO NOS QUEDÉ NADA. AKASHA VALENTINE.

Lo sé. Mis humildes palabras no tienen un efecto reparador en tu alma, por eso te ofrezco algo más real y tangible, unos dedos estirados para ser recogidos cuando tú quieras, una mano amiga con la que puedas llegar a sentirte segura cuando el miedo se agolpe en tu puerta y no tengas otra salida. Confiar en alguien es como caminar sobre la cuerda floja con los ojos vendados, es dejarle mirar en lo más profundo de tu corazón sin miedo a ser juzgado, es abrir de par en par tu vida y esperar ser aceptado tal y como eres sin temor a ser sentenciado por errores cometidos cuando la imprudencia hablaba en nombre de la razón. No tengo miedo, pavor o temor a echar un vistazo a ese corazón tuyo que con tanto recelo guardas entre tus manos, mis sentimientos por tu persona son lo único que deseo satisfacer aún cuando me gritas y me echas a un lado o te deshaces de mis abrazos con frialdad. En esta fría y clara noche el viento mece algo más que nuestros cabellos y ruego a Dios que se lleve consigo esas lágrimas que un día derramé en tu nombre para que de esta forma pueda seguir viéndote tal y como eres sin perderte ni un solo momento de vista. Quisiera pactar un contrato que nos obligase a permanecer eternamente unidos hasta el final de los tiempos, pero tú te opondrías inmediatamente y yo sería desterrado de tu vida para siempre, así que con un amargo sabor a derrota ejecuto mi última jugada en estos versos escritos en prosa que te dedico con la esperanza de revivir una vez más al antojo de tus dedos moviéndome como el títere que siempre quise ser aún cuando los demás me advertían del error que cometería.

En ojo ajeno debo de parecer un ser sumiso, tiranizado por una figura sádica como la tuya, pero todos ellos se equivocan, pues nadie te conoce mejor que yo y he visto en ti la bondad oculta debajo de capas y capas que visten tu piel de desconsuelo, aflicción y congoja. He contemplado gestos tuyos que harían temblar el corazón del hombre más duro; en ti, vida mía, he conocido el verdadero significado de la palabra amor, y por eso me doblego ante tu voluntad para que hagas con mi vida lo quieras. Eres mi razón de ser, el motivo por el cual vivo, sin ti soy como un mapa vacío, un destino sin meta de llegada, no soy nada sin tu persona y esa idea me aterra, pues ¿qué va a ser de mí si no estoy a tu lado para complacerte cada día de mi lamentable vida? Seré juzgado, lo sé, incluso por aquellos que ni tan siquiera se toman un minuto de su tiempo para conocerme, pero ¿a quién demonios le importa eso? Si te tengo aquí y ahora, conmigo, reposando tu cabeza sobre mis hombros, lo que digan u opinen los demás de mí carece de importancia para mi persona. Dime, ¿cómo me ves en realidad cuando no te estoy viendo? ¿Como una pieza que manejar a tu antojo o algo más importante? Temo preguntar, pero la incertidumbre se vuelve cada vez más latosa y mis labios se mueven por voluntad propia, posiblemente envenenando tus oídos con palabras que nunca querrás oír. No quiero arruinar este momento, por eso antes de que algo salga mal quiero que te alejes de mí, pero no te vayas muy lejos, lo suficiente como para poder darnos tiempo y añorarnos cuando cerremos los ojos y no podamos vernos. Qué debilidad la mía, pues la sola idea de no tenerte cerca de mí ya me causa desazón.

Levantaré con mis frágiles articulaciones este negro manto que encubre nuestro destino. Te abrazaré con fuerza aunque no quieras, seré tu guía cuando la luz nos abandone a mitad de camino, y ya cuando no nos quede nada por lo que seguir existiendo te ofreceré gustosamente mi psique como pago de todo cuanto has hecho por mi persona. Soy tu fiel sirviente, en el amor y en la batalla, un guerrero cuya armadura no está forjada por el hierro sino que fue confeccionada con sentimientos mucho más fuertes que el acero. Mi corazón será tu escudo, mi cuerpo tu armadura, mis palabras tu mejor arma, por eso sigo aquí a tu lado, dispuesto a seguirte alla donde vayas, sin importar el camino o el rumbo a seguir. Nunca dejaré de protegerte, aún cuando los brazos del mundo aferren con fuerza tu cuello y te ahoguen hasta dejarte sin aliento; yo correré hasta ti para salvarte, aunque me lleve la vida en ello. Tú, que a los ojos de la humanidad no mereces la pena; yo seguiré afirmando que se equivocan, romperé cada grillete, barrote o prisión en la que te encierren para darte nuevas alas con las que poder volar a un lugar mejor. No soltaré jamás esa diminuta mano que ahora me aferra con fuerza mientras el abismo al que tanto tememos espera engullirnos para saciar su hambre. Siento que nos ahogamos, el final está cerca, la muerte nos desea y aún me sigo resistiendo a pensar que llegará el día en el que deberemos tomar caminos separados. Quisiera pedirte un último favor: cuando el tiempo que nos acogió se consuma en las llamas del olvido ven a mí y susúrrame al oído una última mentira sobre el amor, para que de esta forma pueda irme tranquilo pensando que un día supe que me amabas de verdad.  


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