lunes, 16 de marzo de 2015

POEMA LXXIX EL CIELO SERÁ MI META DE AKASHA VALENTINE.


POEMA LXXIX EL CIELO SERÁ MI META DE AKASHA VALENTINE.

Quisiera lo que con las yemas de mis dedos aún no puedo alcanzar. Tocar ese cielo estrellado que, aún despejado, no se deja atrapar, para después dormir plácidamente sobre esas nubes que en mi imaginación parecen cómodas y suaves al tacto de los sentidos. Es allí donde yo quiero viajar. A ese lugar tan especial donde nadie más puede estar, pero por más que lo intento no lo consigo. Salto con las piernas juntas y caigo, con las piernas separadas y tropiezo, y con desesperación me aferro a la idea de que si abandono mi sueño todas mis esperanzas de alcanzarlo habrán resultado en vano. Así que no abandono la idea, ¿cómo una soñadora como yo podría hacerlo? Y vuelvo a intentarlo de nuevo, dibujando unas alas en mi espalda: quizás así pueda volar y llegar hasta ese lugar. Agito mis manos, mis músculos se tensan, pero nada sucede, y otra vez vuelvo a caer, esta vez más herida que antes, pero me levanto aun cuando mis ojos empañados por las lágrimas no me dejan ver el camino de vuelta a la casa.


Oigo risas, ecos de múltiples voces que tararean mi nombre y se ríen de mis aspiraciones, pues ellos nunca podrán entender cómo me siento, y yo tampoco deseo perder mi tiempo en prestarles la atención que no merecen, así que sigo imaginando cómo puedo alcanzar esas nubes a las que nadie más presta atención. Rendirse no es la solución, así que vuelvo con una nueva idea sobre el papel: esta vez crearé una escalera más alta para llegar a tocar ese cielo que en constante cambio me recuerda cuán lejos están y qué grandes son mis aspiraciones, así que uno a uno voy construyendo los mil y un peldaños que la escalinata formarán, pero al darme cuenta de que no son suficientes, sigo esforzándome por hacer algo más grande, y dándole forma a los ideales, alcanzo cada día una pequeña parte, minúscula, inapreciable para los ojos de quien día a día me observa, pero sigo esforzadamente aunque esté sola en este proyecto por el que todos creen que hasta la cordura he perdido.


Los días se vuelven meses en el calendario, y las hojas que aún aferradas a sus espirales se niegan a ser cortadas se convierten en los años que todo el mundo ya ha olvidado. Y yo sigo aquí, con el mismo sueño aún sin alcanzar, pero con la misma ilusión que el primer día. La meta aún no es del todo visible, el punto de partida hace ya años que quedó atrás, y quienes no creyeron en mí ahora se preguntan si no estarían equivocados al no hacerlo; ya no me importa lo que supongan o piensen, pues dado que nunca antes me había interesado su opinión ahora me importa mucho menos. No es fácil hacer lo que hago, no lo voy a negar: estar solo y compartir con uno mismo las penas y alegrías es un trago difícil de ingerir de un solo golpe, pero merece la pena, ¡vaya si la merece! Porque ahora sé que al menos no soy como los demás.



No alabo de manera esporádica las citas de otros autores que, con los mismos sueños que yo, llegaron donde se habían propuesto. No soy como los demás, ni creo en la idea de que por citar una frase célebre ya me hace ser un soñador, un luchador que, incansable, no se rinde ante la adversidad para lograr sus metas. No soy como el resto y nunca lo seré, porque las diferencias entre mi vida y la de los demás son demasiado evidentes. Y yo no quisiera irme de este mundo con la idea de que nunca hice nada por lograr llegar más lejos hacia mis propias metas. La ambición es un vestido que no todo el mundo sabe lucir, pero quienes se visten con él se dan cuenta de no podrán volver a llevar nunca más otra prenda igual. Así son los sueños: un constante ir y venir, una escalera que al cielo has de levantar para darte cuenta con el tiempo de que cuanto más sueñas más lejos podrás llegar.

Akasha Valentine 2015 © http://www.akashavalentine.com


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